martes, 6 de noviembre de 2007

Angeles

El sábado pasado vi como se moría un hombre.

Estábamos en el club, tomando un café con mi esposa, cuando de repente ella (que es médica) se paró como un resorte y se fue corriendo hacia la cancha de fútbol de al lado avisandome que veía, a lo lejos, un problema.

A unos 100 metros de donde estábamos sentados, uno de los jugadores se había desplomado, y ella lo notó por el revuelo que compañeros y contrarios armaron a su alrededor.

El servicio médico del club no se presentó inmediatamente (el club es enorme, y hay cantidad de socios). Las ambulancias (dos compañeros pidieron una cada uno) llegaron cerca de 20 minutos del incidente, casi al mismo tiempo.

Mientras tanto, mi esposa se encargó de realizar las maniobras de resucitación, ya que no quedaba duda de que el problema era cardíaco, y severo.

Minutos después de comenzar la asistencia (antes de llegar las ambulancias), se acercaron un doctor (gastroenterólogo) y un señor, no médico, con conocimientos de primeros auxilios. Los tres trabajaron en conjunto para ayudar al caído, cada uno aportando los elementos de los que disponía teniendo en cuenta que sus especialidades no eran exactamente las mas apropiadas para la ocasión.

Lo que hicieron fue suficiente para mantener a la víctima con vida hasta que llegaron las ambulancias, cuyo personal trabajó a destajo para revertir la situación.

Yo me acerqué cinco minutos antes que lo llevaran, con signos vitales débiles y pronóstico pesimista. No pude ir antes (estaba con mis hijos y mi sobrinita), y de todas maneras, no hubiera podido aportar nada.

Durante estos cinco minutos que estuve cerca de la víctima, comencé a sentir una angustia creciente, hasta llegar a un punto en el que sentí la necesidad de llorar.

No se si fue miedo, lástima o qué. Cabe aclarar que, después de tantos años, conozco (por lo menos de vista) a mucha gente del club, pero al caído no lo conocía.

Pude ver que no fuí el único afectado: obviamente los compañeros (entre los que estaba su primo), estaban pésimo. Los del equipo contrario también, asi como los ocasionales curiosos (no mas de diez) que fueron ocasionales testigos.

Cuando finalmente las ambulancias partieron (una de ellas al Hospital Fernández), sentí las piernas como un flan.

Y ahí me di cuenta que mi esposa, la que llora con las películas de amor, la que se asusta con las cosas que le pasan a nuestros hijos, la que le habla a nuestra perra como si fuera una bebé, es un ser especial, increíble.

Que tiene la fuerza, aplomo y entereza suficiente para reaccionar ante una emergencia de este tipo, peleándole a la muerte con fiereza propia de un boxeador callejero, de forma bien distinta a la del "macho" de su esposo, que tenía que hacer fuerza para no lagrimear.

Quien haya leído estas páginas podrá inferir que no creo, entre otra cantidad de cosas, en ángeles o cualquier tipo de seres "etéreos".

Prefiero creer en seres de carne y hueso (mi esposa, el otro médico, el señor que sabía de resucitación, los paramédicos de Vital y del SAME), con cualidades angélicas, que pelearon con lo que tenían, con pasión (y bronca?) para sacar de la emergencia a una persona que se les iba...

Cuando finalmente nos fuímos de la cancha, habían unas 50 personas entre nosotros. Solamente tres (compañeros de la víctima), se acercaron a mi mujer para agradecerle el esfuerzo.

Mi hija lo vió a lo lejos, y se lo comentó, con cierta amargura, como reprochando a la gente cierta falta de reconocimiento.

Patricia le respondió que no se acercó a ayudar por la gratitud de nadie.

Que sencillamente sintió, como cada vez que está con un paciente (afortunadamente casi ninguno de emergencias) que todos sus años de estudio, sus años de experiencia en la profesión, se justificaban por ese único momento.

Al fin de la tarde nos enteramos que el paciente falleció en el hospital.

Por lo menos tuvo una chance.

Les cuento esta historia aquí, sencillamente porque creo importante que tengan (que tengamos) en cuenta:

- si practican deportes, háganse revisar para saber que están aptos para el esfuerzo. En general, practicamos deportes los que creemos que estamos sanos y no siempre estamos actualizados respecto a nuestra condición física actual.
- si lo hacen en un club, asegúrense que el servicio médico está debidamente equipado para emergencias.
- también, en lo posible, asegúrense que la respuesta de los profesionales del club pueda ser rápida. En mi club, las canchas de fútbol (son varias) están a no menos de 400 metros de la oficina médica.
- en caso de sospechar una condición de salud a tener en cuenta, hágansela saber a cualquier amigo con el que estén compartiendo el momento, a fin de que él pueda informar en caso de ser necesario.
- tengan información sobre cualquier problema potencial en algún lugar de fácil y lógico acceso por parte de quienes tengan que actuar ante una emergencia.
- cuídense mucho.


(pocos tuvieron la presencia de ánimo de agradecerle a Patricia, ya que estaban como shockeados por el incidente. Definitivamente no creo que haya sido indiferencia o ingratitud).

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